Hoy aprovechamos la tarde para visitar nuestro lugar sagrado en el monte y nuestros tres arboles abuelos. Con mucha incertidumbre iniciamos el paseo con la esperanza que el fuego no los hubiese tocado.
Encontramos a los tres abuelos intactos, las drimias abrían sus flores a nuestro paso y la alegría inundó nuestros corazones. Nos tomamos un tiempito para descansar, meditar, agradecer y sentir.
Después de todo ese hermoso proceso, ya estábamos preparadas para afrontar el nuevo paisaje: olor penetrante a quemado, el suelo completamente negro, la tierra muy suelta, grandes agujeros, ramas negras en el suelo, las hojas de los pinos de color canelo, los troncos completamente negros............
A pesar de parecer algo tenebroso, no se respiraba tristeza. Y llegó el momento de regresar ya que el Padre Sol estaba a punto de ir a dormir. Otro día nos internaremos más profundamente.















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